LA BAHÍA DE LOS NARANJOS
Han pasado muchos años desde que en la partida de la Bassa del Rei, en Carcaixent, el cura Monzó, el boticario Bodí y el escribano Maseres, llevaron a cabo la primera plantación de naranjos con fines comerciales. Hasta ese momento se usaban como demarcación de terrenos, como ornamentales o para usos relacionados con la medicina o la aromática (de hecho está documentada una especie como Citrus medica Linn cuyas semillas aparecieron en yacimientos del sur de Babilonia, en las ruinas de Nippur) y, en la mayoría de los casos eran naranjos agrios. Este comienzo que suena a narración de entretenimiento, no lo es, está bien documentado y de ahí que la localidad de los tres osados amigos se anuncie a los visitantes en su entrada como Cuna de la naranja. Carcaixent está a pocos quilómetros de la desembocadura del Xúquer, es decir, de Cullera (topónimo proveniente del árabe “escullera” y que significa desembocadura).
Pues bien, no cabe decir que la empresa del sacerdote, del escribano y del boticario fue todo un éxito y, desde ese 1781, los naranjales dulces empezaron a pintar el mapa de muchas comarcas valencianas con un fértil y vigoroso verdor que a medida que entraba el suave invierno, se dejaba querer por el mediterráneo sol mientras anaranjaba sus frutos. Fue tanta la buena fortuna que en la prensa económica, hasta casi el último tercio del siglo XX, se hablaba del petróleo naranja de los valencianos.
Volviendo a los anuncios con que se recibe a los visitantes, donde recolectamos las naranjas que os llevamos hasta vuestro hogar, Cullera se anunciaba como la Bahía de los naranjos e incluso, no sabemos con certeza si aún hoy, se juega un torneo de tenis bajo el epígrafe de Torneo “Bahía de los Naranjos”. En efecto, el mar lamía la misma arena que tenían en su superficie todos los huertos de mandarinas que conformaban la misma línea que nuestro litoral y que hoy es ocupada por urbanizaciones. Aquellas mandarinas llegaron a ser famosas como si de una denominación de origen se tratara. Su sabor era un poco más ácido que las actuales, se tropezaba con sus semillas para notar más si cabe su fresca textura y su aroma era mucho más potente que el de las actuales. Eran las mandarinas del Racó de Cullera y hoy apenas quedan árboles. Las actuales son más dulces y no tienen casi semillas, algunas ninguna, no se cultivan a primera línea en huertos de arena y puede que por ello el olor sea también diferente. Pero nuestras mandarinas continúan siendo buenas. ¿Qué digo buenas no, buenísimas! Y mantienen todas sus propiedades vitamínicas, todas sus exquisiteces, es decir, son de un gusto, una calidad y una textura extraordinarias.
Como es mucha la información que hoy hemos condensado para los amantes del mundo naranja, seguiremos otro día con más mientras nuestros collidors van mirando si ya tenemos las Naranjas de Cullera en su punto óptimo para vuestro deleite y salud.
Hasta pronto amigos.