La confección de las cajas de naranja y el trabajo de las mujeres.
Históricamente, la tría y el encajado de las naranjas ha sido un trabajo de las mujeres. A finales del siglo XIX y principios del XX, las mujeres eran contratadas por un salario inferior y, en muchas ocasiones, sin contrato formal, lo que las llevaba a trabajar largas jornadas durante la temporada de cítricos (como lo atestiguan las fotos antiguas). Existen imágenes y canciones antiguas que documentan esta injusta realidad, como “Ja ve l’aire” del Botifarra.
A menudo se hace referencia a la "confección" de las cajas de naranjas, como si se tratara de la creación de un traje bonito. Las mujeres seleccionaban cuidadosamente cada naranja y las acomodaban en la caja con una delicadeza exquisita, logrando como resultado una caja de naranjas visualmente preciosa. En esa época, las cajas eran de madera (a principios del siglo XX) y se empleaba (y algunas marcas todavía lo hacen) papel de seda para envolver las naranjas.
El uso del papel de seda servía para dos propósitos fundamentales. En primer lugar, para preservar la durabilidad de las naranjas al evitar la humedad y prevenir la posible contaminación entre ellas. En segundo lugar, para conferirle a la caja una estética exquisita y delicada. A menudo, este papel también llevaba impreso el logotipo de la empresa. En los papeles antiguos, se incluía el número de exportación, ya que la naranja valenciana se exportaba principalmente a Gran Bretaña y Francia. Estos papeles históricos son auténticas obras de arte que reflejan el esplendor de una época en la que el comercio de naranjas era altamente valorado y lucrativo. Cada papel llevaba el logotipo de la empresa y algunos incluso incluían eslogans que hoy en día se consideran auténticas joyas del marketing antiguo.
En nuestro almacén, cuando llegan las naranjas recién recolectadas, nuestro equipo, compuesto tambien en su mayoría por mujeres, se encarga de preparar las cajas.
Cuando incorporamos a nuevas personas a nuestro equipo, no hacemos distinción de género como requisito, pero es cierto que en el almacén, en su mayoría, trabajan mujeres, mientras que en el campo predominan los hombres. Dado que vivimos en una comunidad pequeña, como es el pueblo de Cullera, tanto hombres como mujeres conocen a personas que necesitan trabajo, lo que facilita la incorporación de nuevos miembros a nuestro equipo. En ocasiones, nosotras mismas hemos participado en la recolección, aunque no es algo común. También es habitual que los recolectores, una vez que han terminado su trabajo, se queden a ayudar a encajar las naranjas junto con las mujeres.
En lo que respecta al proceso de empaquetado de las naranjas, somos conscientes de que nuestro enfoque no busca lograr la estética elegante y meticulosa de la época de nuestras madres y abuelas en los almacenes de antaño. Como nuestros clientes saben, no clasificamos ni ordenamos las naranjas en la caja para lograr una estética atractiva. Nuestra principal dedicación se centra en garantizar que les lleguen las naranjas más sabrosas y frescas posibles.